Mi primo tenía 16 años, él y yo éramos muy unidos a pesar de nuestra abismal edad. Me defendía de todo y de todos, la última vez que lo vi me dijo: Lástima que no pude defenderte de mí y se marcho de mi vida. No lo comprendí en ese momento, pasaron muchos años para entender que lo que hicimos no estuvo bien.
Erick me descubrió masturbándome en el cuarto de la abuela donde solía esconderme siempre para hacerlo a la hora que los grandes tomaban café, así que tomé mi tiempo para sentarme de lado a la cama, acomodé mi vestido largo de muñeca de porcelana y puse un talón bajo mi sexo para frotarme con él.
Desde el primer día supe que me espiaba cuando jugaba en ese cuarto, después de varios días él también empezó a tocarse mientras yo lo hacía, extrañamente para mi, que era nueva en ese tipo de cosas, me excitaba saber que su respiración se entrecortaba al verme ahí, dándome placer.
Un día lo enfrente y le dije que sabia que me espiaba, me persiguió por toda la casa hasta que me atrapó y derribó a cosquillas y besos. Eso me encendió como nunca, así que lo besé en la boca. Él se separó de mi confundido y salió corriendo a su cuarto. Trató de evitarme a toda costa, porque cada vez que lo veía le decía que yo lo amaba, lo quería para mí. Me evitó mucho tiempo, se ponía incomodo cada vez que nos quedábamos solos. Yo no dejé de ir al cuarto de mi abuela, el ya no no iba a espiarme y eso me entristeció, hasta quedarme sin ganas de vivir.
Pasaron dos años, una noche entró en mi cuarto, me despertó y me dijo: " haz lo que siempre haces, quiero ver como goza mi muñeca de porcelana" me senté en el piso y comencé a tocarme como lo hacía, él saco su miembro y empezó a masturbarse, me gustó mucho escuchar los sonidos que hacía y mis mejillas se encendieron cada vez más. De pronto se acerco a mi y se vino en mi cara, sentí su líquido espeso y caliente, me quedé extasiada, ahí, observando su mirada, sus gestos. ¿Qué pasó? No sabía pero no me había desagradado para nada, las nuevas sensaciones en mi cuerpo eran tan placenteras, que jamás me pregunté por qué estar juntos lo atormentaba tanto.
Lo hicimos cada vez que me quedaba a dormir a su casa durante años. Después de tocarnos me acariciaba el pelo y besaba mi frente hasta que me quedaba dormida. Una noche antes de que se fuera a USA a estudiar me pidió antes de venirse que abriera la boca y lo chupara, así lo hice. Esa noche se puso a llorar y me dijo, perdóname soy un monstruo.
No se despidió de mi, simplemente se marchó.